domingo, 8 de febrero de 2009

PRIMERA PARTE
Viernes 17 Feb. 2006
9PM

"Las puertas del cielo y del infierno se abren y las huestes de diablos y arcángeles recorren las calles al compas de una contagiosa música"

La danza ha acompañado al hombre desde el principio de los tiempos como un ritual para marcar el tiempo de la cosecha o para celebrar la fencundidad y la bonanza. También, para delimitar el territorio y el dominio. En el fondo, subyase todo un ritual erótico oculto que facilita el proceso de apareamiento en los jóvenes de ambos sexos. Es en otras palabras, un lubricante social para propiciar el cortejo de los humanos en etapa de amancebamiento. De ahí, que en la danza, el danzante exhibe toda su indumentaria colorida y hace gala de su agilidad y destreza de movimientos para deslumbrar al sexo opuesto. La virilidad se pone de manifiesto en los movimiento endiablados del varón y la docilidad y la gracia en la mujer.
De ahi, el dicho que mientras más diablo es uno bailando, más atractivo se pone para el sexo opuesto. Esto ocurre -lo intuyo- en todas las danzas del mundo y en las festividades de la Virgen de la Candelaria, por supuesto.
La primera y última vez que bailé, recuerdo, fue cuando terminé la secundaria en Puno, hace ya buen tiempo. Por esos año no era muy diablo en los pasos de baile y probablemente, eso provocó que mi relación con el sexo opuesto no haya sido muy fructifera. Recuerdo que mi pareja de baile me abandonó faltando una semana para el pasacalles. Tuve que recorrer el trayecto solo con mi traje de luces y mi madre al costado, cuidando que no faltase nada.
De ninguna manera iba a desertar faltando pocos dias para el gran evento, menos por una chica. Le iba a demostrar al mundo que es mejor bailar solo que no bailar...

Así, sin pena ni gloria, acabó mi breve participacion en el glamoroso mundo de los danzarines de la Candelaria, que -segun me aseguran algunos amigos- viven verdaderos affaires d'amour durante y despues de las fiestas. Los danzantes de luces son diablos en todo el sentido de la palabra. Deslumbran no solo las fotos sino las retinas de las jovenes nacionales y extranjeras. De eso, hay bastantes páginas en el archivo brichero nacional, que da cuenta de inimaginables con quistas multirraciales.

Yo siempre quize agarrarme una gringa suiza "para mejorar la raza", como dice mi amigo Guillermo, un brichero profesional. Ja, no mentira. En realidad para tener un affaire interracial. Fue por eso que decidí convertirme en un brichero amateur, al menos durante el tiempo que durase mi estadia en Puno.

Guillermo fue mi maestro, debo reconocerlo. Ese"gordo" caray, que será de su vida. El, me enseñó no solo a conquistar gringas, sino a fumar yerba santa. Al gordo lo encontré paseando en las calles de Puno, de visita, porque radicaba en Arequipa. No lo veia desde hacia diez años, cuando terminanos la secundaria y esa noche decidimos conversar. Me dijo que llevaba una semana en la ciudad chupando y bailando sin misericordia y que no había dormido desde que llegó. Estaba en un viaje tántrico bien loco, una mezcla de espiritualidad y felicidad, que se manifestaba en su semblante jovial, no se si por los efectos de tanta yerba que se metía. Tenía, eso si, un buen karma y si no fuera porque no llevaba túnica, el gordo me hubiera parecido un seguidor del Dalail Lama.

Me dijo que habia encontrado a su guia espiritual, el Cristo-Reencarnado, que vivia entre nosotros, para ser más exactos, en el Peru. Creo que fue por eso que Laura, lo chotéo feo. Bueno, el asunto es que el Guillermo estaba metido en su viaje y quize saber más de su alucinante visión. Era como ver la Candelaria desde otra óptica.
Lo acompañé hasta la plaza, ahi sacó un porrito y se lo fumó tranquilamente mientras me hablaba de los 7 chakras y el sexo tántrico, con total desparpajo. Minutos despues la plaza pública se había convertido en una ágora griega en donde se debatian todos estos temas. El gordo pregonaba con la certeza de un profeta y la sabiduría de un filósofo, las bondades de la medicina natural y espiritual. Aunque algunos refutaron sus ideas sobre el consumo de alucinógenos, cohincidimos en que esa noche flotaba un karma muy poderoso sobre la ciudad, probablemente, debido al acercamiento de Marte sobre la Tierra -el planeta rojo brillaba en todo su esplendor sobre el cielo puneño como una estrella potente reflejándose en las aguas del Titicaca.
Con ese floro cualquiera...
Pronto noté que podía conquistar con esos temas a cualquier gringa ávida de misticismo en los andes. Decidimos continuar la velada en su casa, a pocos metros de la plaza. Fué ahí donde probé por primera vez un porro de marihuana. Me averguenza decirlo pero, asi es, era la primera vez que fumaba. Los efectos no se hicieron esperar, devorabamos temas como locos, conversamos sobre Ayahusca, San Pedro, sobre sus efectos espirituales y decidimos emprender un viaje hacia Huancabamba, en donde se encuentran los brujos mas poderosos. Hablamos de religión y política y entre pitillo y pitillo la conversacion se ponía cada vez más interesante hasta que el gordo comenzó a hablar de su lider espiritual, una suerte de mesías peruano.
Ahi discrepé seriamente con mi amigo. Lo de los viajes astrales me parecía aceptable, pero eso de que Cristo estaba en la tierra... ya era grotesco.

- Mejor lo dejamos ahí tio - le dije y me fuí a dormir.

Al siguiente dia (apenas dormí un par de horas) fuimos a la plaza y entramos nuevamente en la voráginis de la fiesta que tomaba las calles y las plazas que lucían abarrotadas de diablos y chinas bailando. En medio de ese loquerío nadie notó que estabamos fumados, exepto Luchín Aguirre y su novia que paseaban tomados de la mano como una pareja de un cuadro costumbrista de Rembrandt, ajena al desenfreno mundano de sexo y acohol que devoraba las calles.
SEGUNDA PARTE
En Puno, la fiebre de los carnavales estremece la ciudad durante dos semanas, luego de lo cual, finaliza con la celebración de un alocado kacharpari - fiesta que se organiza en un local por una agrupación- cerrando asi con broche de oro y borrachera de por medio, la jornada festiva de ese año. Terminado ese jologorio, no queda ni un alma en pie sobre la ciudad que acaba desierta, como si fuera barrida por un maelstrom de baile y alcohol.
Es en ese caos en donde el brichero hace gala de sus dotes de cazador, de su pericia donjuanesca.
No se precisa mucho "floro", ni siquiera buena "pinta", para levantar una gringa, me asegura Guillermo.
Simplemente, aprovechar el momento, la euforia de la fiesta... Es ahi, cuando el rio esta revuelto en donde saca su ganancia el buen pescador.
Seguí escrupulosamente los valiosos consejos del gordo y me zambullí en el río de gente que seguía una imagen en procesión. Luego de urgar entre los fieles peregrinos, no encontre mi anhelada walkiria -musa escandinava de cabellos dorados- y decidí buscar a mi amigo que había tenido mejor fotuna que yo. Ahí estaba el gordo, parloteando y riendo con una hermosa extranjera de cabellos castaños. Se llamaba Laura.
Cuando me la presentó Guillermo, me sorprendió que Laura no fuera europea y que hablara perfectamente el castellano, con groserias incluidas. Era Argentina, "una porteña cochina" como decía ella y no tardó en desplegar su diccionario porteño ( en donde abundan los adjetivos: boludo, pelotudo...) a medida que fue entrando en confianza con nosotros.
La escoltamos hasta el final de la peregrinación en una casa en donde se preparaba una fiesta. Guillermo no se despegaba de Laura y yo, asechante, aguardaba el momento en que se descuidara para entrar a terciar en la conversacion. Era humillante, lo admito, verme comparado con una fiera asechante que espera el momento oportuno para robarle la presa al león. Pero, lo cierto es que entre el gordo y yo se habia desatado una silenciosa disputa por Laura.
Fue vergonzoso. Habiamos omitido el diálogo sincero y de vez en cuando intercambiabamos miradas esquivas y en medio de nuestra contienda se hallaba Laura, curiosa por todo lo nuevo que veían sus ojos y oían sus oidos, quien no dejaba de "pelotear" y "boludear" a todo el mundo.
Fue ahí, en medio de esa contienda secreta, en donde aprendí una gran lección de brichero.
Nunca dejes a una extranjera sola, a merced de tu amigo.
Bastaron algunos minutos para que me convierta en el inseparable compañero de Laura o Misky (nombre quechua con el que la bautizamos). Ocurrió durante una breve distracción del león. Guillermo conocia a la gente que organizaba el Kacharpari, además de tener muchos amigos en la fiesta, entre los cuales se encontraban Luchín Aguirre y su novia. Por una cuestión de cortesía y buenas maneras, tenía que acercarse y saludarlos a todos, dejandome con Laura, quien estaba aburrida y con ganas de bailar.
Confieso que nunca fuí un buen bailarín y en las reuniones prefiero no bailar por temor a hacer el ridículo, pero ese día me tragué crudo el bendito orgullo y empezé a mover los pies como un diablo.
Pronto, Laura advirtió que estaba empezando a hacer el ridiculo y empezó a guiarme. Fue hermoso verla ayudándome en la pista de baile e inevitablemente empezé a sucumbir al amor.
Ahi estaba yo, en medio de la confusión, bailando salsa y merengue, confundido y asediado por las chicas que querian bailar conmigo, como si la conquista de una extranjera aumentara mis bonos; en medio de una jauria de lobos, incluido Guillermo, que quierían arrebatarme a mi Laura. Oh, mi bella Laura. Vaya, que lo era.